En su corrida dos mil
Pablo Hermoso de Mendoza
corta dos orejas y un rabo
El rejoneador español Pablo Hermoso
de Mendoza colocó otra página de gloria en su brillantísimo historial taurino
al cortar dos orejas y rabo en su corrida dos mil, esta tarde en la plaza de
Pachuca, en el central estado de Hidalgo, México.
Ningún
rejoneador en el mundo la logrado tal hazaña.
El jinete
navarro alternó esta tarde con los diestros mexicanos Fermín Spínola, que
escuchó aplausos, y el joven Joselito Adame, que cortó una oreja.
Con lleno
total en los tendidos, se lidiaron dos toros de Los Encinos, que han sido
magníficos, con vuelta al ruedo en el arrastre del cuarto, y vuelta al ruedo
del ganadero. Y cuatro toros de Torreón de Cañas, en que hubo de todo y el
sexto fue premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre.
Hermoso de
Mendoza, con el toro que abrió plaza, estuvo lucido pero falló con el rejón de
muerte y escuchó ovación. En el cuarto se desquitó el de Estella con una
actuación cumbre que hizo las delicias del público. Mató de un rejón y fue
premiado con las dos orejas y el rabo, entre aclamaciones del público. Al final
del festejo salió en hombros de la plaza.
Los alternantes
Spínola no
tuvo suerte, le tocó lo menos propicio de los astados que se lidiaron a pie. Se
mostró voluntarioso y bien con la espada. Silencio en el segundo y aplausos en
el quinto.
Adame fue
ovacionado en el tercero tras pinchar a su enemigo y se desquitó con el sexto,
con una faena variada tanto con el capote, banderillas y muleta. Mató pronto y
cortó una oreja.
Puerta del Príncipe para
Diego Ventura en Sevilla
Dos orejas que cortó del sexto toro,
como sucedió también ayer con José María Manzanares, pudo sumar el rejoneador
español Diego Ventura las cuatro que necesitaba para salir a hombros por la Puerta del Príncipe al
final de su actuación en solitario hoy en la Maestranza de Sevilla.
Especial
Un nuevo "monólogo"
torero se vivió en la
Maestranza, en este caso del rejoneador Diego Ventura, que,
ahora sí, logró rematarlo con esa ansiada salida a hombros por el umbral de la plaza que da al río
Guadalquivir.
Para
conseguirlo tuvo que hacer el jinete sevillano un sobre esfuerzo durante la
lidia de los tres últimos ejemplares, una vez que la tarde transcurrió apenas
sin premios hasta llegar a su ecuador.
Aunque en
el paseíllo, llevados por sus mozos de cuadra, Ventura sacó al ruedo los veinte
caballos que tenía dispuestos para su actuación en solitario, echó mucho en
falta a "Califa", ese gran caballo castaño de último tercio que murió
de un infarto hace apenas unos días.
En el toreo
a caballo, tanto o más que en el toreo a pie, es fundamental matar a la primera
para cortar orejas, y Ventura no las cortó de los dos primeros toros
precisamente por eso, por no acertar con el acero definitivo sobre dos equinos
que no le ayudaron a ejecutar bien la suerte.
Las dos
fueron faenas estimables, con méritos sobrados para el corte de orejas por el
temple y el valor de sus caballos, y de especial brillantez fue la que le cuajó
al segundo toro, que galopó con mucha clase tras las monturas.
La única
oreja concedida en esa primera parte del festejo fue la que Ventura paseó del
tercero, al que recibió a portagayola con la garrocha. Fue ese el astado de
menos clase de la corrida, y la faena la menos vibrante de las seis, pero
premiada por haber sido, hasta entonces, la única rematada de un único
rejonazo.
La lidia de
los tres últimos tuvo otro color, y también la chaquetilla de Ventura, que
cambió la campera gris marengo con que hizo el paseíllo por otra de terciopelo
bordada con adornos de plata.
Como si el
cambio de vestuario marcara una nueva corrida, Ventura mantuvo su capacidad
lidiadora y la emoción de los embroques, sólo que está vez encontró, tal vez
inesperadamente, la colaboración de un caballo nuevo, "Colorao" de
nombre, en ese decisivo último tercio.
Y con el
repentino sustituto de "Califa" pareció encontrar sobre la marcha el
sitio de la muerte de los toros y, de paso, el camino hacia las orejas.
Una más le
cortó al cuarto, con el que compartió el tercio de banderillas con los dos
rejoneadores que salieron como sobresalientes, el riojano Sergio Domínguez,
clásico en sus formas, y el valiente onubense Andrés Romero, que hizo lo más
vibrante.
Pese a la
mayoritaria petición, el presidente se negó a concederle la del quinto, con el
que, tras dos años en el dique seco por una lesión, hizo reaparecer a
"Morante", el caballo famoso por morder los pitones de los toros.
A la salida
del sexto, Ventura necesitaba exactamente sus dos orejas para conseguir el
objetivo de esa siempre ansiada Puerta del Príncipe, y fue así como echó el
resto sobre dos de las nuevas estrellas de su cuadra, "Pegaso" y
"Milagro".
Los dos
tordos le ayudaron a clavar banderillas con mucho ajuste y emoción, hasta que,
de nuevo "Colorao" se echó encima del toro para que Ventura lo tirara
a tierra de un fulminante rejonazo y, con ello, le cortara las dos orejas que
buscaba.
Un encierro descastado e imposible
Una novillada descastada e imposible
para hacer el toreo de la ganadería de "El Serrano" marcó un festejo
aburrido y de muy poco contenido artístico en la plaza Monumental de Las Ventas, y en el
que el mexicano Brandon Campos fue ovacionado en el sexto.
Especial
No hubo
tela que cortar en la tarde. Y no la hubo por culpa del descastadísimo encierro
de "El Serrano" que echó por tierra todas las posibilidades de
triunfo de tres jóvenes espadas de entre los que destacó Álvaro Sanlúcar por el
estilo reposado y sereno que dejó entrever en su debut en Las Ventas.
No se
entiende cómo puede la empresa declarar triunfador del festejo al mexicano
Brandon Campos, que aunque se mostró muy voluntarioso toda la tarde no pasó de
eso.
Pero
tampoco es justo criticar a los novilleros, que en mayor o menor medida
solventaron la papeleta como pudieron, ya que los principales culpables de que
la tarde transcurriera sin pena ni gloria fueron los seis utreros que saltaron
por los chiqueros de la
Monumental madrileña.
Juan Leal
tuvo en primer lugar un novillo que, a pesar de lo revoltoso que fue en el
capote, no aportó prácticamente nada en el último tercio.
El francés,
que lo recibió con una larga de rodillas, trató de cuidarle en los primeros
compases con la muleta; pero el astado, muy soso, parado y sin terminar de
pasar, no quiso nunca pelea, por lo que la faena no tuvo ninguna trascendencia
a pesar del empeño baldío en la distancia corta.
No pudo
remontar su tarde Leal con el cuarto, un novillo también descastado que acabó
quebrantándose con un volatín en los primeros compases del trasteo, disipando
todas las posibilidades del novillero galo que no pudo pasar de discreto. Lo
único destacado, la gran estocada que cobró.
Sorprendió
Sanlúcar en el recibo a su primero por lo bien que manejó el capote, echando
los vuelos por delante y abrochando los lances muy atrás, con mucha expresión,
si bien es cierto que no todos salieron limpios. Todo hay que decirlo.
Compone muy
bien la figura Sanlúcar, con cierto gusto en la interpretación, dando
distancia, citando con la muleta adelantada y tratando de conducir con largura
las embestidas de un novillo noblote pero un punto protestón por el derecho.
Al natural
si logró Sanlúcar pasajes interesantes, con muletazos de uno en uno despaciosos
y con "pellizco", lo mejor de una faena que, sin embargo, no acabó de
"romper" lo suficiente.
El sobrero
de Aurelio Hernando que hizo quinto fue un manso sin disimulo, muy abanto y
distraído de salida, recorriendo todos los terrenos sin hacer caso a capotes, y
saliendo rebotado de caballo a caballo donde, dicho sea de paso, no se empleó.
En la muleta tampoco se prestó, brutote y cabeceando constantemente.
Sanlúcar
hizo el esfuerzo para lograr momentos entonados pero aislados sobre la zurda,
pero esta vez el conjunto fue más deslavazado por los enganchones y el par de
desarmes que tuvo.
El mexicano
Brandon Campos se mostró animoso y variado en el capote a su primero, al que
toreó con limpieza aunque poco ajuste en el prólogo de una faena de muleta
voluntariosa pero de poco relieve por la falta de casta y clase de su oponente,
muy descompuesto, soltando mucho la cara y quedándose corto.
Puso empeño
el de Querétaro sobre todo en un epílogo en las cercanías al hilo de las tablas
con el animal ya desfondado por completo, pero ni así consiguió calentar una
labor muy mal coronada con los aceros.
Con el
sosísimo y frenado sexto llevó a cabo Campos una faena tan afanosa como insulsa
en la que, no obstante, hubo cositas sueltas en las postrimerías. Esta vez si
le funcionó la espada y por ello recibió una cariñosa ovación de despedida.
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